Algodones grises deshaciéndose en el cielo como si una mano revolviera una fuente de agua impregnada de tinta. Un viento helado provoca remolinos en el suelo. Y yo camino observando este cambio climático típico de invierno pero que este año ha sido tan mezquino.
Las calles con sus grandes edificios observan a los transeuntes que provistos de prendas típicas de esta estación, buscan refugio de las primeras gotas que comienza a lanzar el cielo. Y yo disfruto este instante que antes detestaba.
Sigo caminando por calle Alameda, bandejón central, y mi figura se refleja en los charcos de agua lluvia, que bella se ve la ciudad como cuerpo que ha recibido una ducha matinal, refrescando y limpiado lo que la noche dejó entre las sabanas.
Las gotas caen con más fuerza, el viento ha levantado con sus brazos las hojas desprendidas de los árboles, cielo oscuro, y sigo mi camino empapándome con el paisaje.
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