jueves, 24 de abril de 2008

Letras + letras + sentido = Literatura


Quise acordarme de mi inicio en la aventura de los libros y la lectura. Necesariamente debía remontarme físicamente a la biblioteca personal de mi tía Cecilia, bibliotecaria de años, amante de los libros y la literatura y con una colección maravillosa de títulos de textos infantiles.
La idea era visitarla, conversar, recordar y revisar si aún existían aquellas mágicas historias que deleitaron a la pequeña lectora.
Si bien la memoria es frágil para recordar cada uno de los libros que se escucharon o leyeron en edad inicial, como una cámara fotográfica, logré captar muy bien las ilustraciones de portadas y de los interiores de los libros, por lo que no sería tan difícil dar con los textos que estaba buscando. Sin embargo, existen 3 títulos que recordaba muy bien, y fue por ellos que le pregunté a mi tía primero; se trataba de “Los puntitos rojos y otros 30 cuentos para antes de dormir”, “El gran tesoro y otros 30 cuentos para antes de dormir” y “La sopa de hacha y otros 30 cuentos para antes de dormir”
[1]. Cada uno de éstos contenía una selección de cuentos breves que cada noche mi madre relataba a mis hermanos y a mí, y los domingos, en casa de los abuelos, los volvíamos a pedir pero esta vez en la voz de la tía Cecilia. La narración terminaba con alguna actividad plástica que permitía expresar en papel lo que el relato nos hacía imaginarnos. Así los libros comenzaron a aparecer, la tía me mostraba y yo recordaba, y volvía a aquéllos días en que uno, libremente, pedía una y otra vez la narración de las historias que pasaban desde “Las aventuras de Pinocho”[2] hasta “Las mil y una noches”[3]. Con mucho gusto encontré alrededor de 15 libros que perfectamente recuerdo haber escuchado, también leído, pero como los niños leen, cuando las letras no significan nada, pero se entiende todo con las imágenes. También encontré aquellos libros que disfruté cuando ya la lectura está dentro de uno y no se le olvida jamás. No esos que pedían en la escuela, sino esos que libremente uno elije, y si no le gusta, lo deja, o si se aburre, se detiene para hacer otra cosa.
Por esos hermosos recuerdos y gratas experiencias, es que sigo disfrutando de la literatura infantil, como lectora, como narradora y también entregando momentos mágicos a otros niños, tal como lo hacía mi madre y mi tía.
La lectura sigue presente en mi vida, todos los días, desde el periódico en la mañana, la narración para los niños en la biblioteca, y en las noches antes de dormir, para los buenos sueños. También para contarles mañana, nuevamente, a los niños y niñas que me visitan en la biblioteca, que son aquellos que buscan un momento de deleite y de afecto, porque así como se da a conocer una nueva aventura de un personaje, en un nuevo lugar, de igual forma se entrega cariño. Porque cada palabra es una caricia que envuelve, cada libro un baúl mágico cargado de sorpresas, y un relato, un momento único que sólo la lectura te puede dar.
[1] Selección y adaptación de textos infantiles por Eduard Delgado, e ilustraciones de Natalia Sanmartí. Editorial Pomaire, Cataluña, 1980.
[2] Adaptación con ilustraciones de Art Studium. Eds. Junior (grupo editorial Grijalbo), Barcelona, 1981.
[3] Contado por Hugo Montes, ilustraciones de Vittorio Di Girolamo, colección Para saber y contar. Zig-Zag, 1967

1 comentario:

Mauricio dijo...

Hola, Pau.

Me llegó muy profundo el relato de tu relación con los libros desde la infancia.

Yo tuve también tuve acceso a bibliotecas muy nutridas, y recuerdo con mucha emoción "mis" libros. De algunos incluso podría recitar de memoria algunos párrafos.

Quería preguntarte si sabes dónde puedo encontrar ese libro de Las mil y una noches que tenía ilustraciones de Vittorio di Girolamo (colección Para Saber y Contar).

Lamentablemente alguien lo sacó de la biblioteca de mis abuelos y no volví a verlo.

No recordaba que fuera Zig-Zag, así que comenzaré por ahí. Pero si me das una mano con cualquier información, te estaría eternamente agradecido.

Mauro
al_la_din@hotmail.com